Calculo que han pasado unos siete años desde que entendí que esto era un problema real. Al principio, supongo que como muchos, pensé que se trataba de una broma, una parodia a algún grupo sectario con creencias menos extravagantes. Pero resultó que no, no era una broma. El terraplanismo era una idea (porque no sé de qué otra manera describirlo) que se planteaba seriamente. Recuerdo que en ese momento estaba viendo Facebook y me perturbó profundamente, dejándome pensando en esto durante varios días, en muchas ocasiones quitándome el sueño.
El tema ha vuelto a surgir en mi mente, principalmente, por dos razones. La primera es que hace un mes atrás tuve la oportunidad de participar en la segunda versión del Simposio Math3ma, organizado en principio por profesores de The Master’s University. Uno de los exponentes resultó ser un astronauta que había tenido su último viaje el 2016. Su ponencia se trataba acerca de la gloria de Dios en la creación pero partió su discurso diciendo «Sí, por si alguien se lo preguntaba, la Tierra es una esfera». Él comentó que esta era una pregunta que le hacían a menudo y que él ya estaba cansado de responder. Una pregunta que lamentablemente se daba particularmente en las iglesias. La segunda razón es porque esta semana se publicó un debate hecho entre dos terraplanistas y dos divulgadores científicos acerca de este tema. Mi opinión es que fue desastroso en términos de lo que es un debate, pero provechoso para iluminar sobre el tipo de personas que siguen estas ideas, pero también, porque tengo la esperanza de que algún terraplanista se vea enfrentado a la realidad de los pobres argumentos.
Vamos a abordar el problema desde los dos aspectos cruciales en esta ocasión: desde la ciencia y desde la fe cristiana.
Desde el ámbito científico existen muchísimos divulgadores de la ciencia que se han tomado el trabajo de dar los argumentos apropiados y contundentes para la situación. Podemos mencionar algunos pocos como el experimento de Eratóstenes (Aquí, el gran Carl Sagan lo explica: https://www.youtube.com/watch?v=JiwFpDuQtFE, la rotación de las estrellas en distintos hemisferios, los eclipses, las estaciones del año, etc (aquí te dejo una lista de reproducción con excelentes videos: https://www.youtube.com/watch?v=Q6PpUG9xxFU&t=386s). Desde el punto de vista científico es importante repetir mil veces que la evidencia es abrumadora. La comunidad científica carece de consenso en muchísimos asuntos, pero este es uno en donde no cabe espacio para ninguna duda.
La «idea» de la Tierra Plana no es una teoría, como sí los son la teoría de la Relatividad, la teoría de la Gravedad, la teoría de la mecánica cuántica, entre otras. ¿Qué debe cumplirse para que una idea se convierta en una teoría? Pues, corriendo el riesgo de ser simplista, debe ser un modelo que sea capaz de explicar fenómenos observables sin duda, pero también debe ser capaz de predecir otros fenómenos. La idea de la Tierra Plana puede quizá cumplir con explicar algunos fenómenos observables (aunque deja muchísimos afuera con una explicación bastante confusa y poco lógica) pero no es capaz de predecir ningún otro fenómeno. Lo cual, nos descarta de plano este modelo.
Por todo lo anterior, creo que el hecho de que hoy en día existan personas que nieguen o duden de la forma de nuestro planeta es más un tema sociológico-psicológico que científico. Parece ser que el problema no está tanto en la calidad de argumentos que se entregan cuando se habla desde la ciencia, sino que hay motivos emocionales que nos tapan la vista y los oídos a los asuntos más evidentes. Teóricamente, esto no me debería sorprender (y tal vez a ti tampoco) porque creo que vivimos en una era en donde, al no tener algo sólido a lo cual aferrarnos como sociedad, la emoción y los sentimientos se ponen por sobre los hechos. Esto es solo un botón de muestra más.
¿Qué motivos emocionales puedo encontrar? En principio, dos. El primero tiene que ver con la creciente desconfianza en la llamada «ciencia oficial». En realidad, no existe algo como «ciencia alternativa» porque eso derechamente cae en la categoría de pseudociencia o creencia. La ciencia, sin embargo, se trata de fundamentar en lo que podemos observar y racionalmente deducir (o inducir en algunos casos). Cuando comenzamos a generar conocimiento como seres humanos, esto implicó usar nuestros cinco sentidos y nuestra capacidad racional lo mejor posible. Pero a medida que este conocimiento fue avanzando y agrandándose, nuestros sentidos se quedaron cortos ante la grandeza del Universo y empezamos a hacer uso de la tecnología que creábamos con nuestro propio raciocinio. Un ejemplo de ello es el telescopio, el cual es una extensión de la capacidad de la vista, así como podríamos decir que, en general, los sensores podrían ser una especie de extensión de cualquiera de nuestros sentidos. Esto es excelente y una gran manera de aprovechar nuestra inteligencia y nuestro cuerpo. Pero creo que ha generado un problema en quienes no se dedican a estos asuntos, que es la desconexión de la evidencia de la naturaleza de parte de la población que no tiene acceso a la tecnología para poder observar ese fenómeno. En la antigüedad cualquier ciudadano podía mirar el cielo con sus ojos desnudos y confirmar que el Sol se movía de cierta manera o que el agua al calentarla se evaporaba. Pero hoy, ¿cuántas personas pueden ir a visitar la Estación Espacial Internacional (https://www.nasa.gov/international-space-station/)? ¿cuántos podemos ver las moléculas que componen algún elemento? La verdad, es que lamentablemente muy pocos. Por lo tanto, aquellos que no tenemos acceso poseemos cierto derecho a desconfiar de lo que nos dicen que ven o miden con esos sofisticados aparatos.
Esto explicaría el hecho de que los terraplanistas suelen usar argumentos con las manos del tipo «¿tu has visto que al agua se pegue a la superficie de un vaso?», «la gravedad no existe porque no la vemos», «cuando miras un barco de lejos no se ve la mitad», etc. Todos estos son argumentos que apelan a los sentidos humanos que tanto anhelamos usar para poder describir la Naturaleza. Lo entiendo. Yo también ansío la emoción de ver y tocar, pero lamentablemente (¡o afortunadamente!) esa época quedó muy atrás. Ya no nos son suficientes los sentidos, que por cierto, nunca han sido infalibles, necesitamos confiar en aquellos que tienen acceso a aparatos que nosotros no tenemos acceso.
La segunda razón que veo, está conectada con la primera. Todo lo descrito anteriormente trae mucha desconfianza. La ciencia ha traído sin duda muchos beneficios a la sociedad. Pero al mismo tiempo, sería negligente decir que la ciencia ha abierto puertas a herramientas que pueden ser usadas horriblemente. A veces por ignorancia, a veces por orgullo, a veces por egoísmo, los científicos cometemos actos que dañan mucho a la población. Y no importa el motivo, los científicos son generalmente vistos como seres apartados de la sociedad. Esto por cierto genera una sensación de desconfianza. ¿Qué hacen en sus laboratorios? ¿qué hacen con el dinero de mis impuestos? La brecha entre la comunidad científica y la sociedad se abre cada vez más, a pesar de los grandes esfuerzos que hacen muchos divulgadores (sobre todo, jóvenes). En este sentido, me parece natural que los creyentes, quienes siempre tienen las antenas encendidas a lo que ocurre en el mundo, sientan resquemor por el mundo científico.
Y creo que está bien. Los creyentes deberíamos siempre dudar de cualquier cosa que provenga del hombre. Pero al mismo tiempo, no debemos exagerar. Sabemos que el mundo está maldito y que los seres humanos son malos. Pero eso aplica para todo el mundo, no solo para quienes se dedican a la ciencia. Todas las personas son malas y buscan su propio bien. Si vamos a desconfiar así de la ciencia, entonces es justo que dudemos así de cualquier otra actividad hecha por el ser humano, incluidos nuestros propios hermanos en la fe, y pues llevar la vida así es insostenible. Demos a la ciencia la confianza que se merece cualquier otra persona cuando intenta hacer bien su trabajo.
Dicho lo anterior, quisiera agregar un motivo más, pero que pienso es más intelectual que emocional.
Muchos creyentes que consideran esta idea del terraplanismo no es que se sientan plenamente convencidos o que no confíen en lo que se plantea desde la ciencia. Sin embargo, cuando fielmente leen su Biblia se encuentran con una cosmovisión que no encaja con la postura científica. Parece ser, entonces, que el problema está en su interpretación bíblica. Y aunque no me siento competente para adentrarme en este tema (quizá más adelante lo haga con la ayuda de mi esposo) quisiera animar a esos creyentes a que no se desanimen y que busquen genuinamente las respuestas. Busquen lugares y personas en quienes puedan confiar y depositar sus dudas. Y al mismo tiempo, si tu no tienes dudas, sé tu mismo una persona en quien alguien pueda depositar sus dudas. La burla es el peor enemigo de la confianza y si queremos que nuestros hermanos puedan crecer, ya sea espiritual o intelectualmente, entonces nosotros debemos estar dispuestos a escuchar sus más honestos cuestionamientos sin juzgar.
Que Dios nos ayude a interpretar bien todo lo que entra a nuestra mente, ya sea su revelación a través de la Palabra o su revelación a través de la Naturaleza.