Con frecuencia escucho comentarios que demuestran algún tipo de sospecha acerca de los científicos. Lo entiendo. En las películas nunca somos retratados como personas normales. Parece ser que la única opción es ser un incomprendido social y genio desquiciado.
Aunque es cierto que parece haber una tendencia hacia ser personas retraídas y “diferentes” (Durante mi carrera yo tuve 3 profesores que parecían tener(¿o ser?) asperger) la realidad es que somos bastante más aburridos que eso.
Esta idea de que los científicos hacen lo que quieren dentro de su laboratorio, da la impresión hacia afuera de que no tenemos contacto con el mundo y que los resultados de nuestros experimentos pueden ser manipulados a voluntad nuestra y por supuesto, ser utilizados para engañar o dañar de alguna manera al mundo entero.
La ciencia trata de ser justamente lo contrario.
De hecho, cuando hablamos de “la ciencia” nos estamos refiriendo a una disciplina que es, entre muchas otras cosas, hecha en comunidad. ¿Te sorprende? Aunque durante la mayor parte del proceso de observar, experimentar y recopilar datos estamos más distanciados del mundo. Sin embargo, esto cambia cuando ya hemos terminado nuestra investigación como tal. Muchos podrían pensar que luego de terminado el trabajo, lo que se hace es simplemente seguir adelante con otra investigación y ya, para luego repetir indefinidamente. Pero esto no es cierto. Lo que en realidad sucede cuando se trabaja dentro del ambiente científico es que al terminar la investigación debemos escribir una especie de informe en donde detallamos paso a paso lo que se hizo, con qué fin y qué fue lo que se encontró. Ese informe se conoce como “artículo científico” (o más conocido por su nombre en inglés, paper) y debe hacerse cada vez que terminas una investigación para ser considerado como un “científico de verdad” (esto ha traído otros problemas, pero más adelante hablaremos de ello).
Pero no solo eso. El paper debe ser entregado en un cierto formato según la revista que escojas. ¿Revista? Sí, existen diversas revistas científicas de distintos temas especializados que publican artículos de esos temas y como científico debes escoger estratégicamente la revista que más te convenga para obtener la mayor cantidad de visibilidad. Pero ¿tú crees que es simplemente escoger una revista, enviar tu artículo y ya? No, señor. ¿Qué sentido tendría eso? Yo podría inventarme una investigación que jamás hice, con datos espectaculares, publicarla en una revista y hacerme famosa. Pero eso no se puede (bueno, sí se puede, pero en relación a la cantidad de artículos reales que se publican, son una parte muy pequeña). Lo que se hace en realidad, es que cada revista recibe el artículo y le pide a una cierta cantidad de científicos del área que lo lea y lo revise. Su trabajo es leer cuidadosamente este artículo y en pocas palabras, intentar derribar lo que se hizo ahí. ¿Por qué? Porque es la mejor manera de probar que lo que se hizo tiene sentido, ya sea metodológicamente o procesando los datos. La mayoría de las veces no sabes quienes son esos científicos que te revisan (porque algún científico desquiciado podría molestarse con ellos si no son condescendientes con su artículo) y debes esperar meses para que te devuelvan una respuesta.
La respuesta que te envían puede ser negativa (“¡su artículo apesta!”), positiva pero en necesidad de cambios (“te podemos publicar, pero hay mucho que arreglar antes”) o positiva a secas (“todo bien con su artículo, se ve muy interesante”). Como podrán imaginar, pocas veces se obtiene una respuesta positiva a secas, es decir, en la mayoría de los casos el artículo es aceptado con la condición de mejorar los puntos que ellos mencionan y muchas veces eso implica hacer un montón de trabajo extra.
Luego de este trabajo extra se puede publicar tu artículo en la revista que escogiste, ¡yey!.
¿Mencioné que para publicarlo tú, como científico, tienes que pagar? Tal como lo lees. No solamente fuiste tú a quien se le ocurrió investigar el tema, hacer la investigación (con todas las dificultades que esto implica), escribir un artículo contando lo que hiciste y responder a las críticas, sino que también, eres tú el que tiene que pagar para que se publique. A pesar de que hace un par de años era más común encontrar artículos por los que tenías que pagar para descargarlos, hoy en día es mucho usual que sean los mismos científicos quienes paguen para publicar su investigación. Esto, entre otras razones, se hace para poder permitir que el artículo se divulgue más rápidamente frenando la barrera de pago de cada lector. Así que luego de pagar, finalmente tu artículo entra en circulación.
¿Ves cuántas personas finalmente trabajan para que existan artículos científicos bien escritos y que digan cosas con sentido? Todas aquellas que hacen ciencia. Cada científico que quiere publicar un artículo debe ser revisado por al menos otros dos colegas y estos dos probablemente están en su propio proceso de publicar una investigación, donde otros científicos deben evaluar su trabajo.Por supuesto, revisar un artículo de otro científico toma muchísimo tiempo y trabajo, tiempo que se podría utilizar en avanzar en tu propia investigación, pero sabemos que es necesario, es por un bien mayor. Somos, finalmente, una comunidad de hormiguitas trabajando por el desarrollo del conocimiento.
La comunidad científica tiene un rol: validar la ciencia ante la humanidad. Esta característica de la ciencia, el de tener una comunidad que trabaje por ella, hace que sea una de las disciplinas con mejor rendimiento y mayor credibilidad en el mundo. Sin duda, este proceso no es perfecto. Los científicos no somos perfectos (¡como cualquier ser humano!) y no hacemos cosas perfectas. Muchas veces se nos cuelan artículos con resultados arreglados, o sobre todo hoy en día, hechos con IA. Pero es lo mejor que tenemos en términos de un trabajo colaborativo como sociedad sobre el planeta y sin duda, en el camino iremos trabajando para solucionar esos problemas y esos puntos ciegos.